“Hay ícaros para tener éxito en la caza y en la chacra, para enamorar, para calmar el alma del difunto, para curar…(…) El chamán shipibo crea cantos que no son más que los diseños luminosos y curativos que ordena en estado de trance y los dirige en su labor sanadora. Con los ícaros el chamán ayuda a superar el miedo, a convocar a las madres de las plantas, a dirigir el fino rayo de poderosa luz para guiar bien la medicina. El diseño curativo es el resultado de una canción, –con mi canto hermoso envuelvo a hombres y mujeres, los adorno con mis diseños de luz – que, posteriormente, las mujeres los materializan en los conocidos diseños geométricos característicos de los telares y cerámicas de este pueblo.”
Hace un tiempo me intrigan los diseños shipibos; un par de meses atrás, en plena sesión de ayahuasca, le pregunté al maestro qué significaban los patrones en los tejidos de su pueblo. Me respondió que estaba relacionado con “el canto del chamán en trance por la medicina” (el ayahuasca) pero no me dio mayores detalles…
Tomando el Réquiem de Mozart como un ícaro (canto) decidí ponerme en ambas posiciones, en la del chamán que ingiere la medicina, y en el lugar de la mujer que hace los diseños, que fueron concebidos, sin embargo, en pleno trance por la ingesta de San Pedro.
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