El Sereno (otra historia de la vida real)

Ah, los hombres. Sí, me conflictúan, debo aceptarlo. Por más que sea en teoría, ideológicamente una feminista – y enfatizo el último término ya que, como todas las cosas en las que creo, nunca van más allá de un papel escrito o una pintura – en la práctica sería una burla para ellas; mantenida a los 26 años, alérgica al trabajo y a la independencia, incapaz de tratar a cualquiera con el que haya tenido intimidad y/o sexo con la indiferencia que quizá se merecería después del orgasmo ausente o milagrosamente presente. Sé que un breve resumen de mis experiencias sexuales arrancaría más risas que cualquier presentación de Ellen de Generes: bastaría con relatarles una sola de mis advenedizas “aventuras amatorias” para instantáneamente coronarme como la Nueva Reina del Stand-up Comedy.
Y es que, al hablar de sexo, inmediatamente me viene a la mente cuando intentaba tirar con mi enamorado (el que duró una semana y que me había “caído” por Internet) que tenía al fin un pene más ancho que los usuales fideos que me tocaban, pero al que no le entraba ningún condón que podría pagar, o cuando tuve sexo con mi amigo F. el cual había amado desesperadamente por 2 semestres, amor que finalizó al introducirme esa tripita después del mejor sexo oral que había tenido, y, que, encima, no pudo mantener erecta, o cuando, después de haber deseado tirarme a un polaco metalero de pelo largo (el mas simple pero no menos tortuoso de mis fetiches) logré mediante engaños convencerlo que necesitaba urgentemente su ayuda para un trabajo universitario; después de mucho alcohol y marihuana acabó encima mío sin ropa (sus carnes fofas pedían a gritos su polo de Metallica de vuelta) y justamente , mientras me penetraba, en el exacto momento en el que al fin había logrado olvidarme del mundo y sólo estaba presente el placer; sí, en ese único e infrecuente momento, saca su pene y ¡vaya! si estaba lleno de sangre...
Sé que debí decir que era virgen o simplemente hacer como si no había nada, pero, para hacerme tropezar, llámenme por favor; se me hizo tan gracioso que mediante algún gesto él lo notó y, siguiendo con mi mala racha, resulta que había sido un polaco metalero PERO CATÓLICO (mierda, ¿dónde están los de antaño adoradores de Satanás, amantes de los sacrificios sanguíneos?) y parece que en su enseñanza cristiana no se le estaba permitido tener relaciones sexuales cuando “la mujer era impura”... Salió despavorido y con él se fueron mis posibilidades de algún tipo de satisfacción sexual en compañía de otro.
Mis amigas heterosexuales han perdido las esperanzas conmigo, sin duda. No lo dicen (al menos no con esas palabras) pero sé que para ellas, al menos en ese campo, soy una looser, una perdedora, que se yo... “bien monse”, ja.
Han arrasado con todo lo que han querido y con lo que no quisieron, también. Y yo fielmente intenté una y mil veces seguir sus pasos y reivindicarme como la mujer libre y sin represiones que todo a mi alrededor parecía demandar (las películas, la televisión, las feministas, mis amigas) pero cada vez que acababa abierta de piernas con algún desconocido me era imposible olvidarme que eran mis piernas las que él estaba tocando, y entonces me percataba de ellas, y de mi cuerpo, y dejaba de sentirlo, y me iba en ideas abstractas que nada tenían que ver con lo que en el momento estaba haciendo y que se supone tendría que captar mi total atención...
“Señor Psiquiatra, Doctor, será que tengo A.D.D.?”, aunque sé que él me diría que tengo otra cosa; un psicoanalista no dudaría un segundo para catalogarme de histérica... A veces me pregunto si aquella terapia del Dr. Feijoo que consistía en abrazarme para que pueda lidiar con el contacto físico cuando ya tenía 18 años sirvió de algo o tan sólo me “cambió” el cóctel de medicaciones que me llevaron a perder mi virginidad con el primer loco que (y tómenlo literalmente, ya que era esquizofrénico) decidió ver en mí a una chica “dominante”; cuando todo el mundo andaba cachando por allí yo tenía que aguantar los paternales abrazos de mi psiquiatra después de haber llenado la hojita con “Inderal, Zoloft, Rivotril, Edronax...”.

Bueno, era uno de esos días en que se me había hecho el milagro y me dirigía a la casa de mi buen amigo J. (yo y mis “buenos amigos”) después de haber tomado unos pisquitos y fumado lo suficiente para no pensar en mucho más que en el placer mientras me estén penetrando... Así es que tomé un taxi muy contenta, casi sin poderlo creer ya que éste era un niño hermoso, con una gran pinga y de pelo muy largo, sintiendo como mi cuerpo ya había sido capturado de antemano por el placer que el psiquiatra me mostró que se puede hallar en los psicodislépticos (medicación y marihuana: aún no distingo la diferencia), radiante joven vestida de negro y con ojos rojos, entonando alguna tonada distorsionada que ya no recuerdo... Mis últimos soles se fueron en ese taxi blanco, al que ingenuamente pedí que se estacionase antes para no despertar a la madre del nínfulo.
Luz apagada, cuarto negro como mi ropa. Chibolo conchasumadre se había ido a dormir temprano. Me hubiese gustado decir que me hallaba sorprendida, pero, en cierta medida me lo esperaba; todo había sido demasiado perfecto y armonioso como para tener el final feliz que yo deseaba, si bien verdaderamente, no esperaba. Gracias a los altos niveles de tóxicos en mi sangre no sentí ni tristeza ni frustración al ver que en esa noche la puerta del desfogue corporal no se me había abierto y que tenía que conformarme, como siempre, con la paz química que parecía, sin embargo, más cómoda en precio y en accesibilidad.

Los Hombres, pues sí, me conflictúan. Y no hablo solamente de la minoría a la que le cuelgan los órganos en la entrepierna... La humanidad en sí, a veces, me es francamente incomprensible. Situación que me hace sentir más y más humana cuando no me entiendo día a día mientras me voy esforzando para hacer lo que “se debe hacer” matando a todos esos “querer hacer” bizarros y anormales que me recomiendan enérgicamente que me rinda y me entregue a la fantasía hermosa que los analistas de la mente llaman “locura”; bello mundo donde todos mis sueños se harían realidad si tan sólo mi mente, acostumbrada a vivir en este mundo “real” no hubiese aprendido lo que son las pesadillas.
Escapando de la humanidad (o, al menos, negando su existencia mediante engaños sensoriales) fue cuando aprendí de las maravillas que me ofrecía la noche. Por eso que, encontrándome bajo la puerta de quien no llegó a ser nuevamente mi amante, sólo atiné a dar un suspiro y seguir mi camino por las calles grises y bajo ese cielo tan únicamente rosado por la neblina limeña. No tenía ni marihuana pero no me importaba al sentir que era yo nuevamente la reina de la noche y de esta realidad en donde sólo me encontraba yo y mi sombra espontánea que nacía de algún foco amarillento que eventualmente aparecía en mi marcha. La canción aquella estaba siendo tarareada, otra vez mientras me convencía que una noche de pasión no se comparaba al libre placer de poder caminar sin la interacción humana usual en mis recorridos diurnos.
Así cantando llegué a un parque desolado con luces altas y naranjas, de pasto vívidamente verde y árboles con la base pintada de blanco. Me senté en una banquita y saqué mi cámara para tomarme algunas fotos; sí, ésa era la expresión de la despersonalización... La logré capturar en el instante mismo en que ocurría, qué afortunada. Y es que después de mirar las fotos en la pantallita de aquella cámara digital me sentí conforme ya que algo había salido de aquella noche patética, así sean un par de fotos de mi cara con los ojos rojos. Y respiré aliviada observando el abandono del parque por la infesta humana; oh sí, nada se podía comparar a la verdadera soledad, a cuando al fin no hay nadie y que eres tú nada más en medio de este mundo hermoso que es perfecto cuando ya no te sientes. Es que estos momentos llegan a ser una exclusividad hoy en día; atesorados y añorados por su rareza, en nada comparables lo poco que esta sociedad “peligrosa para las señoritas decentes” te autoriza: ese aislamiento artificial de cuando sales por la noche a “divertirte” y ves gente bailando y hablándote a tu alrededor pero, en donde al menos, gracias al contraste de su felicidad con tu aburrimiento entras a ese estado tan apacible del autismo forzado por el displacer de observar a tus compañeros de especie disfrutándose unos a otros complementándose con tu propia incapacidad de hacerlo... No, esta vez si era únicamente yo para permitir no percatarme de la puerta sensorial por donde entran los torturadores. Sólo yo para olvidarme al fin de mí...

-Señorita, buenas... um, es algo tarde para que una dama como Ud. esté, usted sabe, sola... en un parque...

¿Y de dónde había salido este Sereno... de debajo de la tierra?

-¿Es ilegal ya que uno se siente sola en un parque a pensar?
-No, claro que no señorita, pero, mire: son ya las 2:30 am y bueno, es peligroso...
-Lo sé bien.
-Pero, bueno, no sé... ¿Por qué habría de estar sola aquí, así? Es decir...
-Porque espero todo el día hasta que se vaya el sol y después seis horas más para poder tener algo de tranquilidad y justamente evitar que me INTERRUMPAN mientras pienso en silencio...
-Pero señorita, es tan tarde, y algo le podría pasar – Este Sereno parece que no entendía de indirectas.
-Mire, señor, yo sé bien a lo que me expongo y he estado miles de veces en esta situación y hasta ahora no me ha pasado nada... en todo caso, es mi responsabilidad, ¿no?
-Si, si claro, señorita...pero – se bajó de su moto – no entiendo que hace sola tan tarde – se quitó el casco – es de noche, usted sabe y, bueno – se quitó los guantes – dígame, ¿me puedo sentar allí al lado, en la banca?
-CLARO QUE NO.
-Ah, más bien disculpe... No, es que, verá, yo soy nuevo, y... no conozco mucho la zona, y la verdad, quería conversar un poco...
-Mire, yo entiendo que Ud. esté aburrido, pero si justamente he esperado tanto rato para poder...-
-Es que se está tan solo a estas horas- ¿Si, no me diga? Por eso estaba aquí sentada en una banca, para evitar que LA GENTE ME HABLE – Y Ud. que es una señorita tan bonita...
-Si ha venido a gilearme, por favor-
-No, no, disculpe, es que, bueno, y dígame, ¿es Ud. de por aquí?
-No.
-¿En donde vive?
-No le pienso dar ni un tipo de información personal.
-Ah ya, ya, no, sólo quería saber... ¿Y cual es su nombre?
-Le he dicho que no pienso darle ningún tipo de información personal.
-Ah ya.- empezaba a pensar que este sujeto sufría de algún tipo de deficiencia mental. – Bueno, ¿y qué hace sentada en una banca?
-Pienso.
-Y, se podría saber, usted… señorita... ¿usted, en qué piensa?
-En por qué es tan difícil escapar de la gente
-Ah ya- no, no entendía nada de nada – Y Ud, ¿tiene enamorado?
-No sé a qué viene esa pregunta...
-Es que, es normal ¿no? Yo, por ejemplo, tengo hijos... ¿Usted tiene hijos?
-No gracias. No me interesan esas cosas la verdad.
Allí noté que me miraba medio extraño. Utilizaría la palabra “análisis”, pero, era evidente que este hombre hacía algo similar si bien estaría en un nivel inferior: su mente no daba para tal proeza.
-Señorita... sus ojos... ¿Ha fumado algo?
-No, no tengo nada, lastimosamente.
-Pero hay algo raro en sus ojos... No me malinterprete; a mí me gusta mucho fumar, las drogas son muy ricas – este es el tipo de cosas que sólo pueden pasar aquí en Perú en donde los que fiscalizan son siempre los peores– y me encanta la marihuana... ¿No tiene algo por allí? Hace tiempo que no fumo...
-Como le dije, yo no tengo nada.
-Ah ya... Entonces, ¿Por qué tiene los ojos así?
-¿Así cómo?
-Tiene los ojos pintados de negro y tiene ojeras y... no se, se ven extraños...
-Bueno, son las 2:30 am... es lógico que tenga ojeras.

Me miró los ojos muy confundido; me miró de arriba abajo.

-Señorita, no sé... es tan extraño verla así, aquí, toda vestida de negro... No lo sé...- intentó hilar algún pensamiento, parece, - No se moleste, pero ¿puedo hacerle una pregunta? No se ofenda... claro...
-A ver, pregunte, no me ofendo.
-Señorita... ¿es usted humana?

Un Serenazgo al frente mío en un parque desolado que sentía que le estaba hablando a una aparición o un alien o qué se yo... ¿Se podía poner más ridículo?

-Señor, justamente, yo misma me lo he preguntado tantas veces.
-Pero, señorita... no se vaya a ofender... déjeme decirle que usted... usted... Usted me da miedo, señorita.

Sí, se podía poner más ridículo. Y es que es así, cuando uno piensa que la vida te ha ofrecido todas sus cartas y que uno simplemente se encontraba en la situación más irónica, ¡zas! Te sorprende con otra aún peor. Estaba allí, hablando con un sereno que quería seducirme, mientras se preguntaba si yo era “real”, cosa que, al parecer, no menguaba para nada su deseo.

-¡Vaya señor! Mire Ud… Jamás pensé que llegaría el momento que hasta un sereno me temiera; es decir, Ud. estaría aquí para protegerme y... ¡me tiene miedo!- le dije mientras moría de la risa.
El sonrió, aún temeroso pero algo aliviado.
-Señorita... es que... nunca había visto a alguien como Ud... Es, en verdad, extraña... muy extraña...Y usted... ¿no ve muertos?
Ahora entramos al “sexto sentido” parece.
-No, no veo muertos.
-Y Ud.... ¿Está del lado de Dios?
-Justamente yo estoy del lado contrario.
Se percinó.
-Válgame dios.... no me diga esas cosas señorita, porque, me asusta, ¡por favor! ¿Es que Ud. es satánica?
-No, pero, de cualquier lado en que Dios esté, yo estaré del lado opuesto. Porque si Dios es masculino, debería existir una contraparte, una parte femenina que se le oponga como opuesto... De ser así, yo creería en ella.
Ahí está, para que piense un rato el tipo.
-Oh, que interesante, señorita... En verdad tiene sentido. – Nuevamente me inspeccionó con un rostro, que supongo, sería su expresión “seductora” y con una sonrisita de a lado me dijo - ¿Y Ud. qué hace?
-Ah... pues pinto.
-¡Vaya! Y... ¿Cuándo me cobraría por un dibujo?
-Bueno, así pequeño... 50 dólares- Su cara fue de incredulidad absoluta.
-¡Que caro! Ud. cobrará así... Pero en su cabeza- ¿acababa de hacer un chiste este sujeto? – Bueno, está bien, yo le pago... Pero si me dibuja calato.
-¡¿Calato?!
-Si pues señorita... yo quiero que me dibuje calato.

¿…Calato?

-Bueno... si, he hecho desnudos muchas veces... Pero no espere que vaya sola a hacérselo...
-Ah no se preocupe, puede traer a todas las amigas que desee.
-No, si sería un amigo...
-Ah, bueno, claro... tráigalo nomás... Aunque, a decir verdad, ahora que lo pienso, tengo una consulta para Ud. señorita.
-¿Otra más? A ver pues, pregunte.
-Lo que pasa es que hace tiempo querían que alguien me haga un video... ¿Usted sabe hacer videos señorita?
-En efecto.
-¿Y cuánto me cobraría por eso?
-Depende. No menos de 150 dólares.
-Asu, ¡qué caro señorita! ¡Eso no me alcanza con el sueldo que me pagan!
-Pero así cuesta pues.
-Vaya, bueno… Le explico: lo que pasa es que unas amigas mías hace tiempo me ofrecieron para filmarnos los tres, usted sabe... Pero en el momento me asusté, nunca lo he hecho con dos chicas a la vez.
-Disculpe, ¿me está pidiendo que le haga una porno con usted como protagonista?

…Y es que así es como ocurren las cosas en mi vida; yo supongo que ésta es la razón por la cual mis sueños son, en rasgos generales, aburridísimos: ¿es que se puede competir con una realidad que deja a la ficción como una mentira mal contada? Eran ya casi las cuatro de la mañana y un Serenazgo me estaba pidiendo que le haga un video porno tirándose a dos chicas, en medio de un parque desolado, en un día de semana como cualquier otro. Él supuestamente trabajando, yo esperando a que suceda no se qué en una banca, sentada como siempre he esperado a los eventos, en una noche que se podría describir como francamente mediocre: cielo rosado, ni una sola estrella, con una especie de frío sarcástico que no hiela pero que te moja hasta los huesos... Una de esas noches que sólo te puede ofrecer Lima la Horrible.

-Déjeme decirle que entonces yo traería más de un acompañante para filmar eso.
-No hay ningún problema señorita. Pero una oportunidad así no se puede volver a perder... Bien cojudo ¿no? Debí haberles aceptado.
-La verdad que sí. Usted lo ha dicho.
-Ah, qué tonto. Pero, ahora podré decirles nuevamente... Y Ud. ¿no querría participar también?
-NI LO PIENSE.
-No se moleste señorita, pero, es que usted es tan bonita...
-Basta. Le dije que no quería que me esté gileando.
-Pero señorita, yo le digo la verdad....
-No hablaré con usted más.
-Está bien, disculpe señorita.
-Señor, pare un momento y observe esta situación: yo estaba sentada en un parque, queriendo estar sola.... Y un SERENAZGO ha venido no sólo a hablarme, sino, a ofrecerme para hacer un video porno. Niégueme que ésta no es una situación extraña.
-Yo hubiese querido hacer un video con usted pues señorita.
-¡Aaaaaaah!!! ¡Y dice que yo soy extraña!!! ¡Pero dése cuenta por favor!… ¡Usted es el que está completamente loco!

El tonto Serenazgo al fin se rió. Yo me limité a preguntarme si es que mi vida en verdad no sería la comedia que el Dios en el que no creo escribe para relajarse en las madrugadas en que no tiene sueño. Pues, sí, esta había sido una noche más sin sexo. Una noche más sin olvidarme de quién era yo. Una noche más en que me demostraban que era imposible escapar el ser vista y en la que irónicamente me habían recordado que todo depende de cómo se mire a las cosas: algunas personas habrían huido espantadas ante tales ofrecimientos que para muchos serían más que indecentes, una falta de respeto, un insulto, una ofensa. Pero yo me había quedado a participar como jugadora risueña de una de las escenas más extrañas de mi vida sin miedo ni indignación porque hace mucho tiempo atrás aprendí a encontrarle la gracia a la ridiculez de las situaciones en las que suelo verme envuelta...
Para el Serenazgo, yo era una linda joven sentada como puta en una banca. Para la mayoría de hombres con los que me había acostado había sido poco más que una loca conflictiva e incomprensible sin un cuerpo particularmente bonito. Para unos pocos, mi distorsionada creatividad era cautivante... Mientras que, para mí, yo era la guerrera del bando perdedor en la lucha diaria para integrarme al circo humano del que jamás me habría percatado si es que, de vez en cuando, no me hincara.

Me levanté porque ya no tenía sentido seguir hablando: le hubiese quitado la gracia a todo el asunto. El Serenazgo no se vio muy contento, pero se despidió cortésmente. A lo que le dije:

-…Y que la oscuridad lo acompañe.

Se puso pálido y se percinó por última vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

JAAAA,MUY BUENO !!!!
TIENE UNA TRISTE Y SUTIL IRONIA,Y ES DIVERTIDA A LA VEZ.