Bruja, bruja.

Gustaba de caminar sola por entre los escasos árboles mientras me contaba historias en voz no tan alta, y es que entonces ya era más divertido imaginarme en una realidad y un cuerpo alternos que aburrirme en los que se me había dado.

A los 12 años leía a Cortázar en ese mismo colegio, y podía compartir mi afición con la Miss Irene, una de las pocas personas que escuchó mis pensamientos en esos tiempos. Cegada por el brillo de las estrellas y premonitoriamente identificada con la resignación de la también llamada Irene, me sentí a ambos lados del acuario, por delante y por detrás de la vitrina, como hasta ahora.

***

Es verdad.
Cual arácnido tejiendo su red mientras sigue al plano imaginario, el sueño acabó siendo la maqueta de la realidad y terminó por darle su funcional estructura...
Y la tela de la araña, ya sea texto o imagen, será la que atrape al presente para su posterior digestión.

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