Corsé Sónico

(Detalle del bordado de los botones)


A raíz del proyecto que tuve con Jab Lemur, La Puta, y dada la carencia de integrantes en dicho proyecto sonoro (entre otras muchas carencias) se me ocurrió que, quizás una buena manera de resolver el hecho que no se tocar ningún instrumento (sólo se hacer algunos sonidos con mi computadora) era hacerme un controlador yo misma, uno que me permitiese gritar a la misma vez que activaba procesos (también desactivarlos o modificarlos, etc.) y que no necesariamente implique estar tan cerca de la computadora.
La verdad es que la única manera que me han interesado las labores femeninas de esta índole (bordar, coser) es cuando me di cuenta que podía darles un giro al utilizarlas de manera no convencional. El corsé cuenta con 12 botones (en la foto solo se ven 6) bordados con lana pero cosidos con hilo de fibras metálicas electroconductoras, al igual que la tela, que, al apretarse, cierra el circuito de cada una de las teclas de un teclado hackeado. Los sonidos son activados por medio de un patch en Max MSP.

Allí también pueden escuchar a la audioteta, grabada en vivo cuando fue tocada por primera y única vez a través de skype.
Siguiendo el mismo principio que en Pintura para ciegos (lectura e reinterpretación sonora de la matriz del video), me filme la “teta” para emitir los sonidos (agudos) que escuchan en dicha canción.
Ja!
Pueden escucharla,
pero no verla.

Rotten

Daterat: Onsdagen den 27:e december 2006 kl 11:07

"Ohh, but you are so beautiful, how stupid of you", she said while she caressed my hair.

What is the use of pleasing the eye I wondered.
"I´ve been wanting to die for long now, mother" I told her.

...While I imagined the pain she would feel when she heard that all over again - because her pain I cannot feel; she taught me well and I learned about suffering as the best of students...
Her pain still is just her own, I just served to reflect it back - but mother, I am alone within my pain now.
I am finally independant.

No one will be able to feel what I feel and I´ll be the only one trapped in this warm carcass
and-I-will-free-myself.

No one should suffer for my loss.
I am lost already.
But I am too afraid of nothingness... Yet. Though it has been long since the last time I wanted so badly to escape from this body. And I am scared of myself...
She leaves me, I won´t have any chains locking me to life.

When did my hopes die and started building my desires over clouds of dreams? Whenever the fog of illusion leaves my sight, I am only left with the hole´s view.

But
I
Am
Still
Afraid
To
Fall


(I have forgotten being worthwhile.
I did forget how to be loved...
I forgot what wanting me is)


Mother, it´s been long since anyone touched me.
Mother, it is your eyes that see me beautiful;
Your eyes
I don't know where else I can go
Oh ...Oh Mother, I can feel the soil
falling over my head
See, the sea wants to take me
The knife wants to slit me
Do you think you can help me ?
Sad veiled bride, please be happy
Handsome groom, give her room
Loud, loutish lover, treat her kindly
(Though she needs youMore than she loves you)
And I know it's over - still I cling
I don't know where else I can go
Over and over and over and over
Over and over
...I know it's over
And it never really began
But in my heart it was so real
And you even spoke to me, and said:
"If you're so funny
Then why are you on your own tonight ?
And if you're so clever
Then why are you on your own tonight ?
If you're so very entertaining
Then why are you on your own tonight ?
If you're so very good-looking
Why do you sleep alone tonight ?
I know ...'Cause tonight is just like any other night
That's why you're on your own tonight
With your triumphs and your charms
While they're in each other's arms..."
It's so easy to laugh
It's so easy to hate
It takes strength to be gentle and kind
Over, over, over, over
It's so easy to laugh
It's so easy to hate
It takes guts to be gentle and kind
Over, over
Love is Natural and Real
But not for you, my love
Not tonight, my love
Love is Natural and Real
But not for such as you and I, my love

Oh Mother, I can feel the soil
falling over my head

Bubbles of my youth


Daterat: Måndagen den 7:e maj 2007 kl 09:02

You wrote:
I now am so very tired of everything and everyone.
However there are some few lights around me, people mostly. Especially one, however I don't know really what to make of it all.
Doesnt matter, as long as I can be happy for a while, having someone to talk to that is as nerdy as me. That makes me happy. Very happy.
I told you:
Be careful. Dreams are like thin crystal bubbles: they shatter so easily.
(Oh I so loved bubbles when I was a kid: translucid and sleek, you could see what was inside but could never touch it; even if most of the time it was only transparent air, I imagined they were ”beings” inside and I drew them compulsively. They could see their exterior but could never be a part of it. The outside world was aware of what the interior kept, but would never damage it).
Clumsy hands of mine, out of curiosity I had to touch those beautiful spheres...! I never meant to break those fine bubbles, I swear.
I only wanted the beings to be a part of this world... But ”they” were too delicate to deal with it properly, and now, they are sick forever and will die soon (dirty world and its diseases, ”they” didn’t had any antibodies... There is a reason for everything, and the glass coverings had a specific function).
"I am sorry. I am so sorry".
Lost in this reality whom they were only meant to watch, I tried to guide them back into their protective cases by picking up the pieces and reconstructing the crystal spheres, but, the only thing I got was cuts on my hands.
Now "they" walk by filthy streets covered in my blood. They are completely lost, and won’t last for long. No matter how quick I ran after them following the red drops of liquid they leave after their footsteps, eventually my wounds will pour out all the blood that is left within me.
But I do not fear death now.
This loss I cannot overcome: I deserve this lonely death because I am the guilty one.
My stained children have left me forever, and now I only count the days until this punishment ends.
_____________________________________________________________________
En este laberinto solipsista mis únicos compañeros son estos recuerdos los cuales día a día destruyo en el ritual compulsivo de la búsqueda del placer y del olvido.

Don't make me remember who I am; do not remind me who I am not, and, please, make me forget who I should be.

Cansada pero definida, segura, por una (e irónicamente última) vez en la vida. Abrir la puerta (oh, la manija, tan fría), el sonido del metal sin aceitar (rasga los tímpanos, vaya delicia), prender la luz (mágica luminescencia), respirar una vez, otra vez, y la curiosa sonrisa entre las predecibles lágrimas que no tienen ya ningún sentido pero persisten en seguir su camino hacia abajo.
Hoy día es exquisito sentir, estar atenta, observar todo con amor y ya extrañándolo; mirar mi imagen en el espejo, no, aún no la acepto mucho como mía pero al fin eso es irrelevante: hoy seré más mía que en cualquier otro día.
Abrir la cañería para llenar la tina con agua calientita (meter la mano, está perfecta); lo he visto en muchas películas así que asumo que hay una razón detrás. Me imagino que es para que continúe saliendo una vez abierta la vía: las virtudes del calor, te aceleran el pulso.
Whisky, varias pastillas de diazepám (pero no las suficientes), cocaína, una gillette. Todo al lado; desnudarse, meterse.
Acogedor y cómodo. Por un rato sumergirse y pensar por qué no puede ser así de simple, zambullirse y listo, el silencio y la familiaridad al vientre materno. Sí pues, ese era el paraíso, el cielo. Pero entonces no queda más que salir porque ya empieza a faltar el aire, y eventualmente comienzo a hablarme de nuevo, así que de ese silencio intrauterino ya no queda nada, lo sé.

Recuerdo que me la pasé escapando.
Hoy día yo la buscaré.

Agradecer, por lo que tuve y porque termina. Y como cobarde – pues si he de morir al final, al menos, quiero aceptarme – poner la anestésica coca en las muñecas, tomar el whisky, las pastillas (no las suficientes como dije, sólo las necesarias), y, ya con la vena adormecida, proceder a hacer el corte.
Todo es cómodo e indoloro.
Hasta bello, diría yo. Ver los caminos de la sangre, el rojo oscuro sobre el blanco de la cerámica de mi recipiente final, cómo llega al agua y la va coloreando.
Finalmente, lo de adentro está afuera.
Y lo hice yo, vaya poder.

Entonces viene el sueño, y me entrego.
Es todo tan placentero y tranquilizante, si bien aún tengo miedo.
Pero el cansancio supera a la esperanza, así que inevitablemente me duermo.


***


Tengo un extraño hobby: fantasear con mi propia muerte. Eh, quizás no sea tan extraño, quizás sea común entre los egocentristas sin amor propio, vaya uno a saber (hoy en día es imposible ser pionero u original); el punto es que el pensar en el final sirve del más patético de los consuelos, todos lo sabemos.
Ahora, claro, para mí el placer radica en que deseo hacerlo yo misma; sí, matarme, matarme es mi sueño supremo, poder hacerlo, morir por mi mano, ser Dios en el último día de mi vida.

Me la he pasado tratando de crear.
Y sé que es tan fácil destruir.
Creando o destruyendo somos un poco dioses, pero no lo suficiente.

Me opongo; si yo no he podido crearme (toda esta mierda que escribe al parecer no es más que un cúmulo de consecuencias) quiero poder destruirme. Y ser testigo consciente de ello; hacerlo en el total uso de mis facultades. Un día decirme “es hoy” y despedirme.
Sé que ese día amaré todo esto como nunca antes. Esa también es un poco la intención: estar agradecida. Ya que soy una malagradecida, no aprecio lo que se me da, no puedo disfrutar; soy una incapaz.
Hasta el placer termina en autotortura.
No hay salida para esto: ni el zen, ni el tao, ni los sueños, ni la negación.
Porque cuando viene la sensación, a veces ya ni la motiva el pensamiento.

Es todo una farsa.

…Un día me di cuenta que simplemente no podía creer más.
No creo en las personas, ni en la política, no creo en el amor ni creo en el arte.
La verdad es que no creo ni en mí.
Soy un muerto en vida, lo he dicho miles de veces.
Antes estaba muriendo, por eso todo lo sentía en demasía.
Hoy ya no siento ni mierda más que desesperación o sueño.
No quiero nada ya.
Ni siquiera ando contando los días: es todo un larguísimo día que no termina, no termina… Pero que inminentemente terminará, gracias a Dios.
Aparento estar perdida pero la verdad es que me he encontrado en la nada.
Pues nada de esto importa. Ni el reconocimiento, ni el dinero, ni el amor ni cumplir los sueños.
Todo da igual; el punto es que se está vivo.
¿Y qué le da tanta importancia a la vida?
Pues el hecho que es finita.


***


Algunas personas leerán esto y de ahí me verán. Intentarán relacionar a la persona que ahora escribe con la cojuda vestida de negro que sonríe o no, pero que les hablará como cualquier otra, y pensarán que este no es más que otro cuento.
Bueno, lo es.
Pues la persona que verán no será la misma que escriba esto.
Esta persona anda muy distante, y no los ve.
Ya nadie podrá interactuar con ella, si bien yo seré su representante.

...Es que anda muy lejos para intentarlo, lo notarán desde un principio; por eso, quizás se sorprendan de su propio desgano para salvar a la supuesta persona que escribe este texto; posiblemente se preguntarán ¿y por qué no tengo ganas de aconsejarle?
Es normal, no se preocupen.
No hay nada que salvar.

Ella será Dios un día y hará realidad el único sueño que aún le queda.

La Princesa y el Dragón

Había una vez una princesa que se convirtió en dragón. Y claro, ya no podía salir de su torre, porque quemaría a quien se le acercase. Los reyes, que vivían debajo, andaban tristes porque para la Princesa no habría Príncipe jamás, y si bien siempre lo supieron, al parecer, nunca pudieron aceptarlo.
Pero bueno, la Princesa no siempre fue dragón. Hubo una vez que se veía como nosotros (aunque ya ardía por dentro) y tuvo visitantes en la torre, varios, a decir verdad. Pero sus entrañas ya quemaban, y, o terminaba por rechazar a los pretendientes (porque le incomodaban sobremanera), o ellos la rechazaban, lo cual era lo más frecuente, ya que se asustaban cuando notaban que algo andaba mal, muy mal: no es normal que tu interior ande tan caliente, joven Princesa… Ni por todas las joyas de la Corona estamos dispuestos a aguantarlo.

La Princesa lloraba porque no entendía qué le pasaba ni por qué, si ella no le había hecho nada a nadie, y a todas luces esto era una maldición. Les preguntaba a sus padres pero ellos tampoco sabían darle razón. Y así pasaba el tiempo en medio de la impotencia y la frustración; ni todas sus riquezas podían aliviar su dolor un poco siquiera. Los reyes le traían títeres, bufones, compañías de teatro para que le hiciesen la obra que ella quisiese, pero nada, nada captaba su atención.
Todo quemaba, ya nadie la podía tocar, y ella tampoco era capaz de pensar en otra cosa más que en las llamas de su vientre.

Hubieron días mejores, otros peores. Y una vez, al término de los días malos, en la transición hacia los buenos, apareció un viajero tocando la flauta en la puerta del castillo, pidiendo pasar la noche allí.
Ah, tocaba tan bonito.
La melodía extrajo a la Princesa de su infierno interior, y decidió bajar, después de tiempo. Todos se alegraron al verla, pero ella sólo estaba interesada en la dulce melodía. Preguntó de donde provenía, y todos señalaron al viajante. Ella se sorprendió e inmediatamente mostró interés, y se le acercó a conversarle, cosa que no hacía en meses. El viajero pareció interesado, había algo en ella pensaba, algo raro pero interesante que no había visto en otros reinos (y había visto muchos) y él, que justamente buscaba las rarezas que el mundo tenía para ofrecerle, quedó extrañamente cautivado.
El intercambio de palabras fue breve, nunca se conocieron realmente.
El subió naturalmente cuando ella lo invito a la torre, ella lo acogió emocionada, sabiendo que se iría pronto para jamás volver.
Evidentemente partió al día siguiente, y la Princesa se quedó rodeada de una calidez particular, envuelta en esa sensación tibia que da el contacto con otro sin el rechazo usual, pero ya acompañada de la ausencia sin derecho a quejas, pues siempre supo que tenía que partir. Y aunque eventualmente llegó la tristeza, también sentía complacencia porque aquel viajero jamás sabría la verdad.
Pero su madre, la Reina, sabía quien era ese viajero, estaba informada de que tenía origen real también, y fue donde la Hechicera a pedirle que lo invoque de vuelta, cosa que hizo sin dudar. Y en esas visitas, la Princesa, quien era llevada por su madre sin mucha insistencia (pues estaba cautivada con el viajero), conoció al joven hijo del Mago, aprendiz con inclinaciones fuertes hacia la Magia oscura, pero aún demasiado joven para representar al Mal.
Ambos acostumbraban a sentarse a mirar el lago envueltos en su tristeza mientras esperaban.
El odiaba a sus padres por someterse a poderes que, en su opinión, eran muy débiles.
Ella se odiaba.
Y de ese odio solidario nació el amor.
El niño-hombre no conocía de mujeres, así que, en un principio, no notó nada extraño en ella, y en todo caso, también se sentía inconscientemente atraído a aquello, como lo atraía tan naturalmente la Oscuridad. Pero ella no era mala, es más, era demasiado buena, y le dio todo al niño-hombre, quien se malacostumbró y eventualmente se cansó.
Un día despertó y le dijo que tenía mucho calor, que ya no deseaba estar tan abrigado, que ella era anormal, que todo andaba caliente, que era un peligro, que su vientre albergaba una bomba de tiempo.
Lágrimas incapaces de enfriarlo cayeron por su rostro, y le rogó (pues sabía que la metamorfosis pronto terminaría y no le quedaba mucho tiempo) que se quedara un poco más solamente, pero él huyó, y ella fue al puente a lanzarse.
Pero cuando vio su reflejo en el agua, no vio a ningún monstruo, sino a mujer triste.
Y se dijo que en el poco tiempo que le quedaba, no estaría así más.
Regresó al castillo con esa euforia que te da el saber que vives tus últimos días, y les pidió a los reyes que hicieran un Festival para ir a fiestas y bailes, que le compraran un ajuar nuevo, que quería divertirse. Los padres accedieron contentos e hicieron una serie de reuniones y festividades populares que fueron el encanto de todos, y allí conoció a algunos condes y barones con los que jamás concretó nada.
Pues llegó el momento temido: ya nadie la podía tocar.
Inevitablemente se rindió, y terminó por recluirse en la torre.
Los padres se resignaron, y se limitaron a respetar su decisión.

Llegó un punto en que ya no lloraba, ya no sentía nada. Su piel se puso áspera, verdosa, escamosa, su aliento sulfúrico, sus pupilas se alargaron, de su frente emergieron irregulares protuberancias, y de su espalda dos botones de los cuales eventualmente emergieron alas como la de los murciélagos. Y ella se contaba mil y una historias, un sinfín de cuentos y relatos se inventaba, para escapar de la oscura y limitada realidad de la torre.
Un día decidió cantar, pero de sus labios no salió una dulce melodía femenina, sino un gruñido gutural. Pero igual cantó, hasta que fue interrumpida por un sonido que jamás había escuchado fuera de su propia habitación: un fuerte aleteo provenía de las afueras de su ventana, y después ese olor, tan familiar, a sulfuro. Extrañada, miró al cielo y vio a otro dragón, tan horrible y monstruoso, que se vio obligada a meter su cabeza al interior de su torre nuevamente e inmediatamente se puso a temblar.
Y así se quedó por días, acurrucada en una esquina, intentando enfriarse con las piedras de las paredes, tapándose los oídos para no escuchar ni el aleteo ni los rugidos con las que aquel dragón la llamaba.
Pero el llamado persistía.
Y ella seguía negándose a mirar.
Hasta que un día olió el sulfuro demasiado cerca, y aterrorizada, se asomó por la ventana.
Allí estaba él, imponente y terrorífico, observándola con, sin embargo, los ojos más tiernos que había visto en lagarto o humano alguno. Y se quedó petrificada ante tal visión.
-¿Por qué me temes?- le dijo él -¿Es que acaso no te has visto? Soy igual que tú.
Ella lo negó, sacudiendo la cabeza mientras cerraba los ojos.
-¡Mírate!- la presionó, y le señaló un espejo escondido entre sus ropas. Finalmente accedió, y ella misma destapó el tan temido reflejo.
Y no pudo decir nada; los dientes puntiagudos, las escamas verdes, las garras y las alas le quitaron el habla. El, notando que sufría ante su imagen, le dijo dulcemente (o bueno, con la máxima dulzura con la que puede hablar un dragón):
-Somos una especie en extinción. Por eso he venido a buscarte.
-Pero yo soy una Princesa- le dijo ella, sollozando.
-Mi reinado es más vasto que el de cualquier humano. Tu sangre real me es insignificante. Vamos, no temas, y ven conmigo. Se que disfrutarás el volar.
Ella supo que era inútil resistirse, y fue con él.
Y la verdad es que lo disfrutó muchísimo. Nunca antes se había atrevido a volar, y, al hacerlo, pensó que era lo mejor del mundo y por primera vez agradeció su nueva condición. Él, pues, le enseñó a quererse, y ella, aprendió a quererlo de vuelta.

Cada noche se convirtió en una nueva aventura sobre bosques y montañas, ríos, mares… Todo lo vieron desde el cielo, y nada supieron sus padres de sus paseos nocturnos.
Hacía mucho tiempo que no era tan libre y feliz.

Pero, un día, inminentemente, su humanidad latente afloró. Y se acercó como la grácil Princesa que ya no era a los labios infernales del dragón, el cual alejó su rostro, confundido.
-¿Qué haces?- le pregunto sin comprender.
-Te beso- le dijo ella.
-¿Qué es eso?- interrogó él.
-Ah, algo muy… Humano. Perdóname. Creo que no lo entenderías.
Y la tristeza volvió a asomar en su corazón.

Sin embargo, siguieron juntos, volando por sobre el mundo. Ella se sabía poderosa y superior a cualquier humano, aunque, extrañamente, empezó a tener más y más deseos de aquella especie a la que se suponía que ya no pertenecía; primero, el beso, después, deseó vino, seguidamente comidas exquisitas y no las presas crudas que el dragón le cazaba… El no entendía mucho pero cumplía todos sus deseos, hasta que llegó el triste momento en que ella ya no pudo volar.
-¿Qué sucede?- le preguntó él ante su incapacidad de alzar vuelo.
-No lo comprendo- explicó ella, -es simplemente como si… de repente, hubiese olvidado cómo hacerlo.
Y entonces fue cuando notaron que su piel se había suavizado, que ya no tenía escamas, que sus pupilas eran redondas de nuevo.
Y ambos temieron.

***

Una de aquellas madrugadas desoladoras, la Princesa escucha que llaman a su puerta. El dragón alza vuelo y se va despavorido, pues nadie lo debía ver.
Era la Reina.
-¡Hija mía!- la abrazó -¡Haz vuelto a ser tú!
Y entonces la golpeó: era humana de nuevo.
¿Cómo había sucedido?
-¡Los conjuros de la Hechicera han surtido efecto! Hija amada, no sólo eres ahora humana, sino que aquel viajero que hace años vino tocando su flauta, ¡regresa aquí!
Su corazón dio un vuelco.
-Hija, estoy tan feliz.
Ella también lo estaba, pensó, y recordó las caricias humanas, y las dulces melodías.
Sonrió vagamente.
Pero, ¿y el dragón?
Ya nunca más volaría.

…Su alma se llenó de una congoja insuperable que por la noche se concretó en lo que sería la última visita del dragón.
-Ya no puedes venir a buscarme- le dijo –Soy humana nuevamente, y si mis padres te ven, te matarían- le dijo, entre lágrimas.
-Sí, ya lo noté hace tiempo; soy plenamente conciente de tu nueva condición, que no es más que un regreso a lo que siempre fuiste. Yo, en mi calidad de único representante de mi especie, te encontré como mi salvación, y pensé que podríamos repoblar estas tierras. Pero estuve cegado por mi esperanza y por el amor que te tengo. No, no eres como yo. Nunca lo fuiste. Lo que para mí era mi orgullo para ti siempre fue el castigo que te enseñé a apreciar, pero aún así persististe en añorar lo otro.
-No es verdad- le recriminó –Mi metamorfosis terminó siendo el mejor regalo de todos, y qué no hubiese dado yo para quedarme como dragón y no Princesa.
-Nunca olvidaste al viajero- le recordó.
-Es verdad, pero también es él irreal y pasajero. Vendrá para irse de nuevo, no para llevarme.
-Si me pides que me quede, me quedo por ti.
-Te matarían, y no podría vivir con eso.
-Bueno, entonces, he de partir. Adiós, mi bella Princesa. Que seas feliz.
Y con un brusco aleteo y dejando una estela de sulfuro, desapareció por la ventana.
Ella intentó ir tras él, pero, por primera vez se dio cuenta que ya no sentía la calidez usual en su vientre, y no pudo moverse.
Solamente lloró, pues ya sin eso estaba vacía y fría.


***

Uno se acostumbra tanto a la alegría como al dolor; versátil humano no es más que otro animal de costumbres. Y a veces, el cambio del dolor a la alegría es tan incómodo como su contraparte invertida, así como también es doloroso romper la relación tan íntima y personal que se puede tener con la soledad.